Para los que disfrutan viajar y recorrer el mundo, esta actividad se transforma en un impulso difícil de controlar. Muchas veces, un viaje que fue planeado para uno o dos destinos, termina incluyendo algunos más, en el intento de ver y conocer lo máximo posible. Este fue el caso del pantallazo general de Dinamarca y Suecia que pude apreciar en solo un día.
Para empezar, para los que pueden ser un poco desprevenidos como yo al momento de calcular costos, tengo que advertirles que todos los países escandinavos tienen precios muy por encima del promedio europeo. Al menos, de los países de Europa a los que solemos viajar los latinoamericanos, ya sea España, Italia o Francia entre otros. El valor del transporte, comida, atracciones, todo está bastante más inflado, y sin dudas el hecho de que estos países manejen sus propias monedas (Kroner o Kronor, Coronas en español) lo hace un poco más complicado al momento de hacer el cambio a euros o dólares. Sin embargo, no hay que dejarse intimidar por los precios, y aprovechar al máximo las cosas que ofrecen ambas ciudades.
Como casi todas las ciudades de Europa, Copenhague está muy bien conectada al sistema ferroviario y se puede llegar fácilmente desde cualquier otra ciudad de países vecinos. También el aeropuerto tiene mucha frecuencia de vuelos de prácticamente todo el continente con varias aerolíneas low cost operando. En mi caso, la llegada fue desde el aeropuerto de Schiphol en Amsterdam. KLM tiene vuelos baratos y opera alrededor de 6 frecuencias diarias entre ambas capitales.
El aeropuerto de Copenhague está idealmente ubicado en el barrio de Kastrup, es decir, entre la ciudad y el puente que conecta con la ciudad sueca de Malmö, cruzando el estrecho de Øresund. Teniendo en cuenta que Malmö es mucho más pequeña que la capital danesa, es aconsejable que el recorrido se inicie por ahí, ya que llevará menos tiempo. Desde el mismo aeropuerto el sistema de trenes conecta con Øresundståg, la línea que cruza el puente de Øresund y llega a territorio sueco.
Una vez en la Estación Central de Malmö, es fácil poder ubicarse simplemente con un mapa turístico o usando los mapas en el teléfono. Si bien la ciudad es la tercera en importancia en Suecia, está lejos de ser una metrópolis concurrida como Paris, Madrid o Roma. El ambiente que se respira es el de un pueblo tranquilo con muchos espacios verdes, y edificios coloniales de colores. Es cierto que mi visita fue un día domingo de octubre, a la mañana, con lo cual las calles estaban un poco vacías. Los árboles ya mostraban un otoño avanzado y el frío se dejaba sentir. No sorprende que los lugares con mayor cantidad de gente hayan sido los centros comerciales. Sin embargo, en la ciudad hay algunos lugares emblemáticos que no se pueden dejar de visitar.
Para empezar, la plaza central de Stortorget con la famosa estatua del rey sueco Karl X Gustav o seguir caminando para encontrar las esculturas de la “orquesta optimista”. Malmö sorprende por su contraste de edificios de arquitectura clásica nórdica, y edificios ultramodernos con vidrios espejados. Al mismo tiempo, sorprenden los cafés y restaurantes de comida típica pegados a un Starbucks o McDonald’s. Es claro que a la globalización no escapa nadie, ni siquiera estos pueblos descendientes de los Vikingos que llevan siglos de su propia cultura y tradiciones.
Para los que no quieran irse de Suecia sin el suvenir obligado del abrigo o el gorrito que diga “I love Sweden”, no se pierdan el shopping de Hansa. Y por supuesto, si hay algo por lo que Malmö se ha hecho famosa mundialmente es por el icónico edificio del torso ubicado en el pintoresco barrio de Fullriggaren. En resumen, comenzando por la estación de tren y recorriendo los puntos de interés más relevantes, unas 5 horas son suficientes para decir que estuvimos en Malmö.
Emprender el retorno a tierras danesas, es simplemente retornar a los andenes y tomar el mismo tren, pero en este caso en lugar de comprar boleto solo hasta Kastrup, debemos comprarlo hasta la estación central de “Københavns Hovedbanegård” en el corazón de Copenhague.
La primera visita obligada al salir de ahí son los Jardines de Tivoli. No se dejen confundir con el nombre, en realidad no son jardines como el estilo botánico o los de Versalles, sino un parque de diversiones del siglo XIX. La arquitectura interna y los juegos que se ofrecen la verdad lo hacen muy atractivo. En esto tengo que ser sincero y decirles que no pude recorrerlo ni subirme a ningún juego porque estaba cerrado con los preparativos para Hallowe’en.
La entrada a los Jardines de Tivoli con decoración de Hallowe’en
La cierto es que el ritmo y el tamaño de Copenhague imponen mucho más que en Malmö. Por eso, si están acá como yo, con muy poco tiempo para ver lo más importante de la ciudad, les recomiendo que hagan un tour guiado a pie. Tuve la gran dicha de cruzarme con dos españolas muy simpáticas que ofrecían estos tours y fue la mejor decisión de ese día. Con las horas contadas y sin haber estado nunca antes en la ciudad, es difícil apreciar toda la belleza e historia que nos rodea. No solamente en el tour se explica la disposición de los edificios históricos, los lugares emblemáticos de la ciudad, las tradiciones de los daneses, entre otros, sino que además se puede aprovechar de una sesión mano a mano con el guía y así sacarse todas las dudas que tengamos. Además, estos tours no tienen un costo fijo, sino que es por donación al final del recorrido.
La visita comenzó con una clase de historia en el palacio de la Jefatura de Gobierno de la ciudad con detalles de la transformación que sufrió la nación danesa desde sus orígenes Vikingos, pasando por las innumerables alianzas y peleas con sus vecinos escandinavos, hasta nuestros días cuando Dinamarca a pesar de ser uno de los países con menor superficie en el continente, es en realidad uno de los países más grandes de Europa cuando se le añade el territorio de Groenlandia y las Islas Faroe, ambos bajo dominio danés. Además, es una monarquía parlamentaria con altos índices de libertades individuales, desarrollo humano e industrialización. Sin duda un ejemplo más del avance de los pueblos nórdicos.
Seguimos por el Museo Nacional de Dinamarca, el museo Tøhjus, el Palacio de Christiansborg y por supuesto no podía faltar el famosísimo Mindeankeret, el canal de las casas de colores. Sin dudas una postal clásica de Europa y de Escandinavia. El recorrido terminó en la Plaza de Amalienborg, donde se encuentra la residencia de la Reina Margarita y sus hijos y que constituye el centro administrativo-político del país. En el mismo corredor, detrás de la plaza se encuentra la Iglesia de Frederik y de frente el Edificio de la Opera danesa, construido por el millonario consorcio de transporte marítimo Maersk.
Los últimos tres puntos turísticos imperdibles de la ciudad: el paseo de la costanera hasta llegar a la estatua de la Sirenita, el castillo de Rosenborg y la tan aclamada Christiania.
Esta última merece una mención especial ya que es un territorio único en toda Europa y el mundo. Christiania es un territorio soberano, es decir, sin injerencia del gobierno danés, que se administra a sí mismo y alberga a una de las comunidades hippies más grandes de toda Europa.
En realidad, es como una segunda ciudad dentro de Copenhague, donde las leyes del país no rigen y por lo tanto hay legalidad en el consumo de alcohol y de todo tipo de drogas que son ilegales en el resto de la comunidad europea. Si bien no hay controles de frontera y no hace falta mostrar el pasaporte para entrar, al salir un cartel nos indica que estamos nuevamente ingresando a la eurozona. Un lugar muy curioso, de extremo liberalismo en una sociedad que para todo lo demás es un ejemplo de orden, desarrollo y progresismo conservador.
Las calles de Christiania
Como podemos ver, tanto Copenhague como Malmö tienen historia, arte, arquitectura, y muchos atractivos más. Y si bien 24 horas no son suficientes para abarcar todo lo que estas grandes ciudades tienen para ofrecernos, no deja de ser una excelente oportunidad para un primer contacto con la cultura escandinava y toda su riqueza acumulada por milenios.