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Viajando 8 años por Sudamérica haciendo arte callejero

por Danel Ayesta
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Cuando era pequeño mi papá una vez me habló sobre el talento de un lustra botas. No recuerdo exactamente la historia, pero si una frase que es muy adaptable para aquellas expresiones artísticas que resultan desvalorizadas. “Se dedicaba a lustrar botas, pero era el mejor”, señaló oportunamente años atrás mi progenitor.

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Relatado por Danel Ayesta de Sueños de Mochila

Recientemente, en un centro cultural de Ipiales, conocí a Juli y José. Ambos son artistas de la calle desde hace 8 años, que también trasladan su arte a diferentes comunidades o colegios de diversos países de Sudamérica. Los acompaña su hijo Josecito (7), que con el correr de la ruta va sumando conocimientos artísticos. “De hecho se animó a hacerle un truco con cartas a una señora. Se sintió muy nervioso pero lo logró”, recordó orgullosa su mamá.

Juli y José se mueven entre Venezuela, Colombia y Ecuador, brindando shows, que significan más que un sustento económico. Ellos sintetizan un estilo laboral que se adapta muchos a mis valores. “Reconocemos la importancia del dinero, más aún con un niño. Pero lo que buscamos en el viaje es poder concientizar, ayudar, conocer, compartir, hacer hermandad. No es solamente ir al faro, hacer el dinero y luego meterse en el hotel. Tenemos la vocación de enseñarle a otros artistas, de dejar nuestra huella”, insisten.

En una carpeta, la pareja guarda varios reconocimientos y diplomas por sus presentaciones. Además, notas en periódicos que justifican su militancia en post de sentar bases que mejoren la calidad laboral de diversas expresiones culturales. “Estamos dentro de una red nacional que se formó tras diversos congresos y asambleas. Buscamos visibilizar al artista venezolano con el apoyo del gobierno venezolano. La política del circo”.

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Al hablar sobre la respuesta de la gente ante sus presentaciones, Juli reconoce que es muy buena y pocas veces tuvieron que lamentar actos de discriminación. “Nos han tratado algunas veces de vagos o quizás fuimos observados en alguna oportunidad con gestos despectivos. Pero en general muy bien”, explica y cierra con una reflexión bisagra para todos aquellos que apuestan a un estilo de vida diferente, lejos de los parámetros establecidos.

“Los padres te enseñan a trabajar, a ganar dinero. En cambio, de esta manera uno tiene libertades para ganarse la vida. Nosotros vinimos a este mundo a dejar algo nuestro. Cada persona tiene su don, nos hacemos los ciegos para escuchar nuestros propios pensamientos. Venimos a dejar una semilla que crece y se expande. Tenemos que dejar algo bueno, de enseñanza, tenemos que hacer la diferencia y la podemos hacer con el arte, con la música”.

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Viajero o potencial viajero, la semilla crece y se expande. Si nos liberamos, tarea que lleva mucha dedicación, esfuerzo, tolerancia, inconscientemente estaremos liberando a otros.

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